27 ene 2011

Reseña de «Madera de Líder»

Madera de líder, de Mario Alonso
Hoy os traemos una publicación interesante entre los libros de empresa: Madera de Líder (Empresa Activa, 2004) de Mario Alonso Puig (@marioalonsopuig); un libro práctico que busca exponer, como recoge el subtítulo, las claves para el desarrollo de las capacidades de liderazgo, por medio de una metodología basada en la aplicación de los fundamentos biológicos y científicos a las conductas humanas y al liderazgo eficaz en las organizaciones.

Para Mario Alonso Puig “liderar es inspirar, mover en nosotros mismos y en los demás lo más valioso que todos tenemos; es, dicho de otro modo, ayudar a otros a alcanzar una altura superior a la que otros esperaban; una altura que nosotros sabíamos que estaba a su alcance, aunque ellos desconfiaran”. Por tanto, el liderazgo está al alcance de cualquier individuo. El líder no está hecho de una pasta especial; es un ser de carne y hueso, cotidiano y cercano. Esto lleva a contemplar a la persona no como lo que es, sino como lo que puede llegar a ser. En su opinión el líder que llevamos dentro puede aflorar con entrenamiento. Todos nosotros contamos en nuestro interior con recursos ilimitados –fruto de la interconexión inteligente existente entre cuerpo, mente, emociones y espíritu, de la que se ocupa la psiconeuroinmunobiología– que podemos desarrollar para convertirnos en impulsores del cambio y ayudar a los demás a conseguir metas más elevadas.

Alonso Puig no basa sus juicios en intuiciones sino que están avalados por la experiencia: “Durante mis años de ejercicio médico he podido comprobar muchas veces cómo en condiciones muy similares, unos pacientes evolucionaban positivamente y otros no. En bastantes ocasiones, detrás de las evoluciones más favorables se adivinaba la confianza, la ilusión y las ganas de superación. Desde muy joven me he estado preguntando si nuestras capacidades y nuestros talentos revelaban por completo la realidad de lo que somos o si, por el contrario, nos quedaban aún muchas parcelas y capacidades por desarrollar, un terreno inexplorado mucho más rico y extenso que el que conocemos. Hoy, con humildad y firmeza, puedo atestiguar lo que he visto y que en el fondo todos sabemos: una persona ilusionada, comprometida y que confía en sí misma puede ir mucho más allá de lo que cabría esperar en base a su trayectoria pasada”.

Pero que el liderazgo esté a nuestra disposición no quiere decir que sea sencillo. Como todo entrenamiento riguroso, exige planificación y una metodología que no puede ser improvisada. Alonso pone a nuestra disposición la suya: “La metodología que vamos a utilizar es de tipo interactivo y para ello le plantearemos una serie de preguntas y reflexiones que le faciliten ver ciertos aspectos de su vida y de su profesión desde un ángulo diferente. Mi objetivo fundamental es que tome conciencia de ciertos aspectos de un modo de pensar y de actuar que le son desconocidos y que, sin embargo, influyen decisivamente en sus posibilidades de alcanzar el éxito”.

Este especialista es consciente de que el pensamiento tiene un poder de influencia determinante sobre la realidad que nos rodea, pero su influencia es dicotómica: nuestro más fiel amigo o nuestro enemigo más cruel: “La diferencia entre percibir una situación de cambio como una amenaza o como una oportunidad depende, fundamentalmente, de la valoración mental que de forma automática hacemos y que nos dice si nuestros recursos son o no suficientes para hacer frente a esa situación inesperada”.

El mayor combate que debe librar y vencer el hombre es con el mismo. Nuestro objetivo, por tanto, consiste en movilizar esos recursos personales insospechados que se almacenan en nuestro interior y están a la espera de ser despertados, porque sólo si así lo hacemos podremos contemplar las realidades como oportunidades y no como amenazas. Con palabras de Emerson: “Lo que existe detrás nuestro y lo que existe delante de nosotros es algo insignificante comparado con lo que existe dentro de nosotros”.

Madera de Líder está dividido en tres partes. En la primera de ellas se analiza la forma en que las personas creamos nuestra propia realidad y establecemos nuestra relación con el mundo que nos rodea. El punto de partida es la distinción entre lo que son necesidades, deseos, valores y principios. Tener claro estos cuatro conceptos y su relación con cada individuo facilita la motivación de las personas en las organizaciones al conocer con más precisión cómo mover los hilos internos de los empleados.

Las “necesidades” son características de la naturaleza del ser humano. El profesor Alonso Puig señala las tres fundamentales: amar y ser amado, sentirse valorado y sentido de vida. Y advierte: “Si no descubrimos estas necesidades, es fácil que se apodere de nosotros una profunda sensación de vacío”.

Los “deseos” son más propios de la cultura, en ellos la educación juega un papel clave, y traducen el anhelo que sentimos de experimentar una situación emocional determinada (la compra de un coche de lujo por el reconocimiento que supone). En sí mismos, los deseos no son ni buenos ni malos, pero si no están vinculados a ciertas “necesidades” de nuestra naturaleza, una vez satisfechos es fácil que se dé una sensación de vacío.

Los “valores” –que tienen un origen cultural– son las pautas que guían nuestra conducta. Por último, los “principios” –que tienen un origen natural– reflejan la naturaleza que rige el Universo: “Pensar que el Universo es un lugar abundante y no un lugar escaso hace que sea mucho más fácil y valioso cooperar que competir, y ayudarse que atacarse, porque, al fin y al cabo, son nuestros pensamientos los que en gran medida ha creado y crean continuamente nuestro mundo”.

En esta primera parte de Madera de Líder también se presta mucha atención a la “percepción”, que se define como ese mecanismo selectivo por el cual sacamos una interpretación –que damos por cierta y verdadera– de la realidad circundante. La percepción es una creación virtual de nuestro cerebro para dar sentido a lo que contemplamos. Es, por tanto, una versión particular de lo que nos rodea y, consecuentemente, un fenómeno subjetivo: vemos las cosas como somos y no como son. La percepción viene determinada por un conjunto de paradigmas o mapas mentales que se han ido grabando en nuestro disco duro como resultado de nuestras vivencias. Ese software se ejecuta continuamente sacando conclusiones sobre lo que experimentamos que pueden estar distorsionadas. Dado que la vida es una incesante percepción, la “capacidad de escuchar” y la “humildad” son dos cualidades imprescindibles de todo buen directivo. Capacidad de escuchar significa apertura a otros puntos de vista que complementan y enriquecen a los propios. Pero no hay capacidad de escuchar sin humildad. La persona humilde no extrapola su éxito pasado como garantía de cosecha futura. Sabe que las circunstancias cambian, cada vez a más velocidad, y por tanto hay más variables que configuran la realidad, por lo que se hace imprescindible ser más receptivo a otras perspectivas y opiniones que ensanchen nuestra amplitud de miras.

Otro de los temas abordados tiene que ver con el “sentido de la vida”, el tener un porqué para existir. Una persona sin ilusión no vive, sobrevive; está derrotada de antemano; disecada de espíritu; es un fósil quieto. Ha perdido la batalla antes de disputarla. Es más vulnerable a los avatares del destino y carne de depresión. Anda falta de defensas. Sin alicientes la sensación de vacío es grande, no hay ganas de vivir y se anda sin rumbo, desorientado. Sin ilusión la persona existe en “cuerpo” pero no en “alma”. Además, una persona escuálida de ilusiones contamina el ambiente. A la cara le falta chispa. Se va arrastrando en lugar de dar brincos. La ilusión es espíritu juvenil; y la juventud es ganas de vivir. Los retos, por el contrario, tiran de nosotros hacia delante. La ilusión es la llama que enciende la mecha de la motivación. Alfombra roja que conduce al estrado de premiados. Una persona con ilusión descorcha buen ambiente en su entorno.

¿Qué es lo que nos mantiene en pie? ¿Qué es lo que nos mantiene vivos? La ilusión, los proyectos incumplidos a la espera de verse materializados; el camino, ese día a día empapado de entusiasmo que nos atrapa. Proyectos en todos los planos, en el personal y en el profesional. Cuando la ilusión se esfuma, la vida se vuelve agria. Las horas se hacen más pesadas y caminan despacio. A una persona con ilusión, en cambio, siempre le falta tiempo. La ilusión es la que hace que “las horas se hagan eternas” o “se pasen volando”. Es la que hace que las manijas del minutero se apresuran o deprimen según nuestro estado de ánimo. Es la que marca la diferencia entre lo que los griegos llamaban el tiempo “objetivo” (kronos) –el que materializa las agujas del reloj– y el tiempo “subjetivo” (kairos) –como lo vive cada individuo–. Además, la ilusión sirve de bote salvavidas en los días de oleaje vital; oleaje que siempre acaba apareciendo en la mar de la vida. La ilusión es analgésico contra las dudas; anestesia para hacer frente a los tropiezos; medicina que no deja efectos secundarios; coraza que frena el ímpetu de la desolación; amortiguador de los embistes del destino; soldador de heridas inesperadas.

Como especialista en medicina, Mario Alonso Puig defiende científicamente las bondades de la ilusión: “Hoy sabemos que el entusiasmo, la confianza en uno mismo y la ilusión tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro. La zona prefrontal del cerebro, el lugar donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y tomar nuestras decisiones, está tremendamente influido por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional. Por eso, lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando”.

Alonso Puig conoce de primera mano que la capacidad de aflorar de nuestros talentos tiene mucho que ver con el “aroma del lugar” –siguiendo a Sumantra Ghoshal– en el que nos desenvolvemos habitualmente. Es responsabilidad de los directivos ser unos generadores de ilusión y buen ambiente: “El liderazgo empresarial es la consecuencia no sólo de unos resultados excelentes, sino también de la creación de un entorno pleno de vitalidad, energía y entusiasmo”.

Una persona que vibra con lo que se trae entre manos cuando topa con obstáculos siempre encuentra resquicios por los que colarse. No se deja atenazar y halla recovecos de oxígeno que le permiten tomar aire y coger impulso.

Alonso Puig pone como ejemplo a Víktor Frankl, autor del libro de fama mundial "El hombre en busca de sentido". Cualquier empresa tiene la posibilidad de utilizar los descubrimientos de Frankl para mejorar el clima laboral y al mismo tiempo sus resultados financieros: “Cuando una persona entiende el sentido y el valor de lo que hace, lo realiza de una manera completamente distinta a si lo único que ve es la tarea desprovista de sentido”. Sin sentido la sensación de frustración es grande. Sin sentido la tarea pierde contenido.

Ya en la segunda parte de Madera de Líder, Alonso dedica sus esfuerzos a la figura del líder y a los aspectos que le definen. El primero de ellos es el contar con una visión atractiva. La visión es una imagen nítida del futuro, el lienzo mental que plasma nuestros anhelos más íntimos. El líder se da el permiso de pensar a lo grande. No se siente cohibido ni tímido al visualizarla. Algunos piensan que dedicar tiempo a soñar es improductivo, pero todos los grandes triunfadores son grandes soñadores. Dejan que sus pensamientos se recreen anticipadamente con la coronación de lo desean. Nadie consigue objetivos valiosos soñando metas enclenques: “Cuando yo pienso en el impacto de una visión pienso en las águilas. Su mirada tiene una gran claridad, una gran perspectiva y una enorme profundidad”.

Es importante que esa visión sea propia, porque sólo si así ocurre, podrá emerger la fuerza precisa para su consecución. Prestar atención al corazón y escuchar lo que nos quiere confesar es innegociable. No sé puede conseguir lo que no se desea; y lo que se desea tiene que ver con lo que uno disfruta que casi siempre emana del corazón. En este punto Erich Fromm nos dice: “Sé quien en verdad eres. Descubre tus talentos y tu propósito en la vida. Esto te llevará a hacer lo que amas y porque haces las cosas con amor, obtendrás lo que necesitas”.

También Alonso Puig nos cuenta: “Soy de la opinión que el triunfo en la vida depende un 20% del talento y un 80% del corazón que se ponga en lo que se hace. Sabemos que cuando la mente tiene una buena razón siempre acaba encontrando un camino. Cuando ante la dificultad mantenemos la confianza en nosotros mismos y nos apoyamos en nuestro mejor amigo (nosotros), el sistema límbico (nuestro cerebro emocional) es capaz de acelerar la velocidad de nuestro pensamiento, incrementar nuestra agudeza mental y nuestra energía”.

En el cumplimiento de la visión, hay una serie de elementos que actúan en nuestro inconsciente y generan emociones negativas que son destructoras para la persona. Una de ellas, dice este experto, es el arraigo de perfección de nuestra cultura que acaba aniquilando las posibilidades de crecimiento del individuo. Las estadísticas muestran como ante un fracaso, el 80% de las personas no lo vuelven a intentar y, ante un segundo fracaso, el 98% ya deja de intentarlo. Ser condescendiente ante el error y darnos el plebiscito de fallar es la semilla del éxito personal. Encajar los tropiezos con deportividad, reconciliarse con uno mismo y seguir hacia delante son los mejores consejos.

Junto a la visión, Alonso nos habla de la misión, que es un complemento de la primera y que se diferencia de ella porque no se trata de una imagen, sino de una declaración escrita de los principios y valores que van a dictar nuestra forma de pensar, hablar y actuar. Tener la misión escrita es fundamental porque el lenguaje tiene una relevancia clave en nuestros procesos mentales, o con otras palabras, es “tecnología punta”. La razón es sencilla: “El lenguaje tiene la capacidad de transformar por completo no ya su forma física, sino lo que es más complejo, su forma mental”. Sabemos que los pensamientos generan sentimientos que a su vez generan comportamientos. La clave reside en cambiar esos pensamientos por mensajes positivos a través del lenguaje: “Todo hombre si se lo propone”, decía el científico Ramón y Cajal, “puede ser escultor de su propio cerebro”.

En esta segunda parte también se dan algunas pistas sobre los ropajes de carácter y personalidad que no deben faltar en el equipaje del líder:

1. Autoridad: El poder lo da el cargo; la autoridad, las personas. La credibilidad es la base de la autoridad. Sin credibilidad no hay liderazgo; y la credibilidad la dan los resultados. El líder es el resultado de sus resultados, tanto “cuantitativos”, en forma de cumplimiento de objetivos, como “cualitativos”, en forma de conductas ejemplares en todos los órdenes. La credibilidad tiene como materia prima el ejemplo. El líder no cautiva por lo que dice –que puede ayudar, el lenguaje es vínculo entre personas– sino por lo que transmite con sus comportamientos.

2. Compromiso: Siempre se ha dicho que en un plato de huevos fritos con bacon la gallina está implicada y el cerdo está comprometido, se deja la piel. Con esta analogía explica Mario Alonso Puig la importancia del compromiso en la arena empresarial, ya que el compromiso es el estandarte de la fortaleza que ayuda a no desfallecer con la inevitable aparición de imprevistos incómodos.

3. Motivación: porque sin motivación se consiguen resultados ramplones. Una persona motivada no se limita a cubrir el expediente. Pide más. No se para. La motivación es esa fuente de energía incontenible que da decibelios y voltaje al espíritu, en primer lugar y, al cuerpo, en segundo término.

4. Responsabilidad: el líder no reprocha a las circunstancias su situación. No busca excusas infantiles. No pierde el tiempo en lamentaciones inútiles. Se pone manos a la obra. Pone las cosas del derecho y del revés, boca arriba y boca abajo hasta encontrar la salida más recomendable para el destino de la organización. Se siente responsable de su futuro y en ello pone su empeño. En esta búsqueda de circunstancias, Mario Alonso Puig resalta como el líder debe tener una pizca de locura porque si todo lo racionaliza no se emprende ningún camino: “Creo que es muy difícil ser líder si se es una persona muy razonable, ya que serán nuestras razones las que nos impidan dar ese paso adelante con decisión”.

5. Riesgo: Alguien dijo alguna vez que la valentía es hacer lo que se tiene que hacer, aunque se haga con miedo. Todos tenemos temores. El líder también. Los acepta como parte del juego pero no deja que le bloqueen en su avance. Crecer es atreverse a plantarle cara a la incertidumbre y transitar por parajes poco frecuentados. La innovación siempre procede de alguien que tuvo la osadía de probar cosas distintas. Es necesario promover una cultura del atrevimiento en las organizaciones. Una cultura que genera miedo al error es desmoralizante y propia de un perdedor, porque el que tiene madera de ganador sabe que el fracaso es la puerta que conduce al éxito. El triunfador cicatriza rápido las heridas de la equivocación. No escucha dardos malintencionados que provienen de personas insatisfechas con sus vidas y que buscan saciar su falta de coraje con un dedo acusador que señala los errores de los demás.

6. Desafío: La diferencia entre un problema y un desafío radica en la manera en cómo percibimos la realidad. En ello juega un papel importante el lenguaje. Las palabras tienen un gran poder para configurar la estructura cognitiva y emocional que luego experimentamos. Nuestra mente puede agrandar o empequeñecer cualquier situación dependiendo del significado, de la interpretación o de la valoración que le damos.

7. Imaginación: la imaginación es el instrumento para inventar la realidad y ayuda a crearla. Todo lo que ocurre en el mundo “físico” ocurre antes en el mundo “mental”. Un estudio llevado a cabo en la Universidad de Yale contrastó empíricamente esta idea. Se tomó una muestra de 30 estudiantes que jamás habían utilizado un arma de fuego. Todos realizaron unas pruebas de tiro y se registraron los resultados. Posteriormente se agruparon a los estudiantes en 3 equipos según el promedio de aciertos.

El primer grupo de estudiantes comenzó a entrenar 20 minutos al día, 5 veces por semana durante seis semanas. El segundo grupo se desplazaba al lugar de entrenamiento, pero en vez de disparar, sólo se lo imaginaban e imitaban el gesto de disparar, es decir, visualizaban los disparos. El tercer grupo sólo hacía acto de presencia en el lugar, pero ni entrenaba ni visualizaba. Al final de las seis semanas, los resultados pusieron de manifiesto que el primer grupo había mejorado sus resultados un 83%; el segundo grupo, que sólo había visualizado los disparos, había mejorado un 82%, prácticamente igual; y los resultados del tercer grupo habían quedado muy por debajo.

En la tercera parte del libro, se propone un programa de entrenamiento para progresar en la adquisición de las habilidades precisas para inspirar e influir positivamente en el mundo en que vivimos. Un programa diseñado por fases que engloba preguntas y respuestas desde el establecimiento de objetivos y cómo alcanzarlos, hasta la evaluación de resultados y la remodelación de la estrategia, pasando por la acción en sí.

En la definición de objetivos Mario Alonso Puig apuesta por que el listón esté elevado. Quien subvenciona la mediocridad no puede obtener más que resultados pasables. Quien promociona la excelencia cosecha rendimientos que merecen la pena. Para ello cita a Don Ward: “Si vas a dudar de algo, duda de tus límites”; y también a T. S. Elliot: “Sólo aquellos que se arriesgan a llegar demasiado lejos descubren que tan lejos se puede llegar”.

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